martes, 3 de noviembre de 2015

EL BHAGAVAD GITA

Juan Manuel Pérez García
Escritor, editor y docente

Obra que forma parte de El Mahabharata. En el episodio que relata, Krishna aconseja a Arjua y le imparte toda una instrucción religiosa, la cual «es una síntesis brillante del pensamiento hinduista».

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El Bhagavad Gita es un texto que forma parte de la narración de El Mahabharata. El episodio que refiere comprende 700 estrofas y es parte del libro sexto: Vidyogaparva, secciones 25 al 42 (Cf., El canto del señor, 2000). El título de la obra se traduce como «Canto del bienaventurado» o «Canto del Señor». Es un poema religioso, el mejor conocido en sánscrito, y considerado de los más hermosos y espirituales de la antigüedad. No se conoce la fecha precisa de su composición. Algunos estudiosos consideran que se redactó y añadió a la epopeya alrededor del siglo III a. C. Sin embargo existen otros investigadores que suponen el momento de su creación, tanto en el siglo V como el II antes de nuestra era.

El incidente principal es relatado por Sañjaya al rey Dhritarashtra y se centra en el diálogo ocurrido entre Krishna y Arjuna, momentos antes de iniciarse la gran batalla entre los Pandavas y los Kauravas. Sañjaya tiene conocimiento de lo ocurrido, gracias a la visión y oído divinos que le fueron concedidos, mismos que le permiten conocer todos los pormenores de esta conversación. Los sucesos inician cuando Arjuna, uno de los Pandavas, al encontrarse en Kurukshetra y reconocer en ambos ejércitos a familiares y amigos, lo embarga la desesperación y el abatimiento al percatarse de la obra destructora que está por iniciarse.

Sañjaya y
Dhritarashtra.
Ante el desolador escenario, el chatria experimenta tremendo vértigo y dice a su auriga Krishna: «Mi arco Gavinda cae de mi mano, / arde mi piel, no puedo tenerme en pie, y me parece que mi mente diera vueltas». Tras esto, se cuestiona el sentido de esta guerra: «no comprendo el bien que puede ser / matar a los míos en este combate». No tolera la idea de asesinar a los miembros de su familia, por el deseo de mantener el gobierno de Hastinapura. De esta manera, toma la decisión de no combatir, se sienta en su carro, arroja sus flechas y su arco y dice a su compañero: «Si lo hijos de Dhritarashtra en el combate, / con las armas en la mano, / me dan muerte a mí, inerme, sin ofrecerles resistencia / ―eso prefiero» (El canto del señor, 2000, pp. 32-35).

Después de lo anterior Krishna aconseja al hijo de Pandú e imparte toda una instrucción religiosa, la cual «es una síntesis brillante del pensamiento hinduista» (Rohde, 2002, p. 100). La encarnación de la divinidad, ante el abatimiento de Arjuna, afirma que el alma, la parte sustancial de todo ser, no puede nunca destruirse y por lo tanto no debe lamentar participar de esta contienda: «Quien cree que él mata, / quien cree que él es muerto /ni uno ni otro saben: / él no mata, él no es muerto». Por otra parte, dentro del contexto del hinduismo, en el cual la vida y la muerte es una constante sucesión ―«una vez nacido / segura sería la muerte, y, una vez muerto, seguro sería el nacimiento» (El canto del señor, 2000, pp. 41-43)―, Krishna asevera a su discípulo:

Así como un hombre,
dejando sus viejos vestidos,
toma otros nuevos,
así el ser encarnado,
dejando sus viejos cuerpos,
entra en otros nuevos.
(El canto del señor, 2000, p. 42)

Revelación de
Krishna
Gavinda, la encarnación de la divinidad, recuerda al Pandava que no hay nada mejor para un guerrero que un combate acorde a su dharma. Éste último es un concepto complejo que evolucionó desde el periodo védico y que tanto el hinduismo, budismo, jainismo y sijismo retoman e interpretan de forma diferente. Louis Renou, uno de los más reconocidos indiólogos y sanscritistas del siglo XX y director del Instituto de la Civilización India, con sede en París, la define del siguiente modo:

El importante término de dharma, propiamente el «soporte» de los seres y las cosas, designa a la vez la ley en su más amplia extensión, el orden que preside a los hechos en las disciplinas normativas, pero más especialmente la ley moral, el mérito religioso: es el único término con que puede traducirse nuestra palabra «religión», aunque por una parte la desborda y por otra no la abarca totalmente (Renou, 1991, p. 39).

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Transcripción | Corrección | Reseñas

Dharma-Chakra
Asimismo, el orientalista peruano Fernando Tola, quien fue titular de Sánscrito y Filosofía de la India, en la Universidad de Buenos Aires, y creador de la Fundación Instituto de Estudios Budistas, explica que dharma refiere a las normas que hacen posible la vida y el universo, las cuales incluyen la ley, el deber, la conducta y las virtudes, mismas que se engloban en un recto modo de vivir. En un nivel cósmico se concibe como las leyes naturales que se manifiestan en movimientos regulares y cíclicos. A nivel individual es el «deber propio de cada hombre de acuerdo con su casta, es decir, su posición en la sociedad» (El canto del señor, 2000, p. 44, nota 21).

De esta manera, Arjuna, como chatria, no puede renunciar a la lucha, porque es parte de su dharma, en la defensa de su patria, su religión y su honor. Por tal motivo Krishna dice: «Si rehúsas este combate conforme a tu deber / entonces cometerás un mal / al renunciar a tu propio deber y a tu renombre» (El canto del señor, 2000, p. 44). Con el propósito de dar argumentos adecuados para conmover a un guerrero afirma:

Con tus ojos puestos en tu propio deber,
no debes vacilar,
porque nada existe para un guerrero
mejor que un combate conforme a su deber.

Felices los guerreros, oh hijo de Pritha,
a quienes les toca un combate así ―
puerta del cielo, de par en par abierta,
que de por sí sola ante ellos se presenta.
(El canto del señor, 2000, p. 44)

Otra de las grandes enseñanzas que Krishna brinda al chatria, es el dominio de sí mismo, mediante la disciplina del Yoga. Este concepto es complejo por su amplitud de significados.

Por el término Yoga, tal como se emplea en el Bhagavad-Gita, debemos entender, por un lado, el conjunto de normas que deben regir la conducta del hombre que desea seguir a Krishna (indiferencia frente a los resultados de la acción, igualdad ante el éxito y el fracaso, carencia de deseos, entrega a Dios, etc.) ―Yoga en sentido amplio― y, por otro lado, las prácticas que podríamos llamar técnicas (postura adecuada, control de la respiración, represión de los sentidos y de la mente, concentración mental, etc.) (El canto del señor, 2000, pp. 45-46, nota 23).

Krishna
y Arjuna
De esta manera, el maestro incita a su aprendiz a abandonar todo apego, a liberarse del fruto nacido de la acción, a tener una mente estable, a dominar sus sentidos, a arrojar de sí todos los deseos y a liberarse de la idea de lo mío y del yo; porque sólo a través de esta disciplina se alcanza la indiferencia que es llamada Yoga; entendido aquí «como el estado de suprema serenidad alcanzado por el yoguín» (El canto del señor, 2000, p.49, nota 40). Por esta razón la divinidad asegura a Arjuna:

Con miras a su propia purificación,
los yoguíns realizan las acciones
sólo con el cuerpo, la mente, el intelecto
y los órganos de los sentidos,
abandonando todo apego.

El hombre disciplinado por el Yoga
renunciando al fruto de sus actos,
alcanza la suprema paz;
mas aquel que por el Yoga no está disciplinado
se encadena,
por obra del deseo, apegado al fruto de sus actos.
(El canto del señor, 2000, p. 86)

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Poesía | Cuento | Regularización

Todas estas enseñanzas tienen un propósito: alcanzar el conocimiento. Una vez obtenido, «como un sol que resplandece, / el conocimiento les revela lo Supremo» (El canto del señor, 2000, p. 88). Es así como el hombre no se mortifica cuando una desgracia se le presenta; no goza en demasía cuando vive en bonanza; no es esclavo de los deseos y los placeres, de la duda y la ignorancia, el odio y la ira; nunca se ve dominado por los sentidos; está satisfecho por lo que es; «en sí mismo encuentra la felicidad […] alcanza una felicidad indestructible». Más aún, aquel hombre disciplinado por el Yoga, tiene cerca de sí el nirvana, aspira a la liberación y a la unión de atman con Brahman, el alma individual con el alma universal.

Una felicidad suprema llega al yoguín
cuya mente está serena,
que ha aquietado sus pasiones,
se convirtió en Brahman
y está libre de pecado.

Dominándose siempre a sí mismo en esa forma
el yoguín que se ha liberado de pecado
fácilmente alcanza la felicidad extrema:
la unión con Brahman.
(El canto del señor, 2000, p. 99)

El Bhagavad Gita es un texto poético rico en simbolismos y con un trasfondo religioso importante. Por este motivo Fernando Tola aconseja «es necesario no perder nunca de vista que no es un tratado de filosofía, una exposición sistemática, un análisis racional de los temas contenidos en ella. Es un poema religioso, en que Krishna le trasmite a Arjuna una serie de enseñanzas dogmáticamente». (El canto del señor, 2000, p. 19)

Es importante tener como antecedente, para comprender la lectura, que Krishna no es sólo el primo y auriga de Arjuna, sino la octava encarnación o avatar de Vishnú, uno de los tres dioses que conforman la Trimurti. Esta divinidad es el protector y restaurador del mundo y se encarna en determinados momentos, con el fin de renovarlo de la degeneración. Esto mismo se expresa en el texto de la siguiente forma:

Cada vez que el Deber declina,
y se incrementa en No-Deber, oh Bharata,
entonces yo me creo a mí mismo.

En cada edad yo surjo a la existencia
para la protección de los buenos,
para la destrucción de los malos,
para el restablecimiento del Deber.
(El canto del señor, 2000, p. 73)

Es así como esta obra se convierte, desde el punto de vista religioso, en una verdad revelada y «ese mismo "auriga", en una teofanía grandiosa, se revela en su naturaleza verdadera, como ese mismo Ser supremo que busca confusamente Arjuna» (Renou, 1991, p. 28). El Bhagavad Gita es, hoy por hoy, el texto más comentado y popular de la India. Además, en la religión tomó el lugar de los Vedas y se volvió el fundamento del hinduismo posterior.



Referencias bibliográficas
El canto del señor. Bhagavad-Gita. Traducción y edición Fernando Tola. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000 (Colección Taxila 4).
ROHDE, Teresa E. Introducción a El Ramayana de Valmiki. México, Porrúa, 2000 (Sepan cuantos... 190).
RENOU, Louis. El Hinduismo. Barcelona, Paidós, 1991 (Orientalia 30).

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1 comentario:

  1. Todas las grandes culturas y civilizaciones tienen su libro fundacional. No sé qué tiene de prodigiosa la visión hinduista. Esto también sucede en Occidente. Habría qué revisar las interpolaciones culturales y místicas entre las grandes religiones del mundo, y toda la escatología y mitología antigua anterior a estos textos. Seguramente se encontrarán vasos comunicantes.

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