miércoles, 1 de julio de 2020

TRAJES MEXICANOS

(Soldados del sur)
Ilustración de Niceto de Zamacois
Escritor, historiador y periodista

Como consecuencia de las continuas guerras que asolaron México en el siglo XIX, muchos hombres se enlistaron para luchar por sus ideales. Conoce las peculiaridades de la vestimenta de los soldados del sur y las circunstancias de su vida.

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Editoriales | Académicos

El sur, esta parte la más cálida, feraz, montuosa y malsana de México, ha sido en todos los tiempos, y muy particularmente desde que el cura Hidalgo tremoló el pendón de la Independencia de esta gran nación, el punto en que se ha mantenido la chispa de la libertad, que a la aparición de algún gobierno tiránico, se ha inflamado, cundiendo de ella el incendio que, agitado por el huracán de las revoluciones, ha convertido siempre en cenizas el poder de los que han querido imponer el yugo de la esclavitud a los hijos de este rico y espléndido país.

Las montañas del sur merecen sin duda, porque han sido el teatro de sangrientas luchas, ser descritas minuciosamente por plumas imparciales y bien cortadas; empero en tanto que a escritores distinguidos dejamos tan penosa y útil tarea, nos ocuparemos nosotros de dar a nuestros lectores, una ligera idea de los hombres que las habitan y que se ven perfectamente dibujados en la estampa que corresponde a este artículo.

La gente que habita el sur, es en lo general, como toda la que vive en país abrasador, de complexión débil, de color cetrino, facciones toscas y áspero cabello: entre ella hay un gran número de negros y abundan los pintos, llamados así porque en su rostro y en todo su cuerpo, se ven manchas amarillas, negras, rojas, azules, blancas y verdes, que les dan un aspecto repugnante.

Los hijos de ese punto abrasador que nos ocupa, viven, exceptuando la gente principal, en cuadrilla, esto es, reunidos en un lugar en que levantan diez o doce chozas y que lo abandonan cuando lo creen conveniente, para habitar en otro, llevándose con ello las barracas.

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Transcripción | Corrección | Reseñas

Soldados del sur
El alimento de estos hombres, que no tienen más ambición que el de vivir en completa independencia, se reduce a tasajo, pimientos (chile, entre ellos) y totopo, llamado así a una masa de maíz molido en una piedra, conocida con el nombre de metate, masa que, aplastándola entre las palmas de las manos hasta darla la forma de una ancha oblea, la tuestan en una especie de plato poroso de ordinario barro, que llaman comal.

El vestido que llevan los hombre, se compone de calzoncillo ancho de tela ordinaria de algodón, a que dan el nombre de manta, camisa de lo mismo, los que la tienen, que son muy pocos (pues los más andan con la que heredaron de nuestro primer padre), que la usan sobre los calzones, como se nota en la estampa; sombrero de petate (paja ordinaria) y zapatos de cuero exquisito, fino y particular que Dios ha colocado en cada criatura desde el instante que nace. El arma favorita de tales hombres es el machete, sable ancho y tosco, que jamás lo apartan de la cintura, que ni para acostarse se despojan de él, que parece forma una parte de su ser y que constantemente están afilando.

La feracidad de las montañas del sur, su clima excesivamente caluroso y las pocas o ningunas necesidades que en él tienen sus hijos, influye tan poderosamente en los ánimos, que la indolencia es una de las cosas que caracteriza a sus habitantes y esa indolencia llega a tal grado, que cuando necesitan llevar agua a sus barracas, colocan sobre un caballo cuatro cántaros, dos delante y dos detrás; y montando luego ellos, penetran así en las barrancas abundantes de agua; y entrando por un lado y saliendo por el otro, consiguen que los expresados cántaros se llenen por sí solos sin necesidad de que ellos se molesten en cargar y descargar.

En este original y pintoresco país, en que apenas es preciso trabajar para vivir, las mujeres son las que más ocupaciones tienen, aunque tampoco son muchas. Visten estas mujeres, cuya belleza solo es comparable con la que hemos manifestado que tiene los hombres, enaguas de tela ordinaria de algodón; en vez de camisa usan un lienzo cerrado por la espalda y el pecho y abierto por los lados para sacar los brazos; medias de carne natural y zapatos de lo mismo. Sus hijos pequeñuelos, si son varones, ostentan en todo su rigor el traje que usó Adán antes del pecado; pero si son hembras, el de Eva.

Los bailes de estos habitantes felices, negativamente, son sumamente estrepitosos y la música melancólica y rara.

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Poesía | Cuento | Regularización

Soldados del sur
La hermosa estampa litográfica por el célebre ciudadano francés D. José Decaen y dibujada por el aplicado joven mexicano don Casimiro Castro, representa a esos mismos hijos del sur, que entraron en México después de la caída del general Santa Anna en 1855. El lugar que ocuparon, es el cuartel formado en el convento de San Francisco, en la calle de San Juan de Letrán y el traje que visten, el mismo con que entró el ejército del sur en la capital de la República Mexicana, en medio de un numeroso pueblo, curioso de verle, a fines del años de 1855.

Como verán nuestros lectores, el uniforme no se diferencia del traje común, de que ya llevamos hablado, sino en que llevan encima de la camisa, una fornitura, al hombro el fusil y en el sombrero el letrero, que dice, soldados del sur. Gran parte de la oficialidad, de capitanes para abajo, entraron vestidos de la misma manera que los soldados, no teniendo otro distintivo que el de llevar las presillas cosidas en los hombros de la camisa o en los de una chaqueta de dril blanco.

Como no era la subordinación lo que más recomendaba a este ejército, ni su uniforme era el más a propósito para inspirar simpatías entre los habitantes de una población acostumbrada a ver perfectamente equipada a la tropa de línea, pronto llegaron a suscitarse entre el pueblo bajo, pendenciero por naturaleza y los soldados del sur, quimeristas por costumbre, riñas de consideración, en las que armados de piedras el primero y de machetes los segundos, había muertes y desgracias, que ponían en consternación la ciudad.

Mucho más pudiéramos decir sobre los hijos de las feraces montañas del sur, país exuberante, a la vez que mortífero y lleno de animales ponzoñosos; pero la estrechez de las páginas nos obliga a terminar aquí nuestro artículo.


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1 comentario:

  1. Rubén Rodríguez13 de julio de 2023, 0:15

    Qué interesante nota sobre el Sur (mi estado de Guerrero). ¿Se puede saber la fuente de ese artículo de Zamacois? Gracias, saludos.

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