(Tomado desde las alturas)
Escritor, historiador y periodista
En el siglo XIX, el Valle de México era un paisaje hermoso, digno de ver. Con los volcanes, la sierra y el lago como telón de fondo y al centro la Ciudad de México, erguida como «la reina de las capitales del Nuevo Mundo».
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Desde esta dominante altura, en que el hábil dibujante se colocó para presentar con tanta perfección sobre el papel, la vista general de México, a la vez que su dilatado valle, se disfruta una vista verdaderamente deliciosa: un pintoresco panorama se descorre ante los ojos del observador; y el alma, al contemplar ese conjunto de bellezas que la pródiga naturaleza desenvuelve majestuosamente, se juzga transportada a un delicioso Edén, que brinda al hombre a una felicidad sin guarismos.
Desde aquí se descubre en primer término el Colegio Militar; ese magnífico edificio, colocado en la eminencia del frondoso y antediluviano bosque de Chapultepec, cuyos canosos árboles inspiran un respeto indefinible, al recordar, que bajo su sombra descansan los poderosos emperadores aztecas, y que en tan agradable recinto, propiedad de la familia imperial, no podían poner su planta sino los grandes del reino y eso despojándose primero del rico calzado que llevaban.
Sí; ahí tenéis ese grandioso edificio de agradable arquitectura, en que arrogante domina esa torre de dos cuerpos, llamada el Caballero Alto, donde pereció, en 1847, combatiendo por la libertad de su patria, el recomendable general don Juan Nepomuceno Pérez Castro.
Transcripción | Corrección | Reseñas |
El Valle de México desde Chapultepec |
Vedla ahí muellemente mecida entre transparente lagos, inmensos espejos en que se retratan de día los dorados rayos de un sol abrasador en un cielo purísimo de azul y plata, y en la callada noche cintilantes y refulgentes estrellas que, cual si otros ojos de la Providencia fueran, parecen velar por la salvación del género humano.
Ved ahí a la antigua Mexitli, que significa «ombligo de maguey», conocida también con el nombre de Tenochtitlan, que quiere decir «tunal sobre piedra», la de históricos recuerdos, la Venecia de la América, cuyos floríferos canales se cubrieron de sangre y de cadáveres en la heroica defensa que los antiguos y valerosos aztecas, bajo las órdenes de su indómito emperador Guatimotzin, hicieron contra el célebre Hernán Cortés, sosteniendo un horroroso sitio que duró tres meses y en que perecieron de parte de los sitiados más de 200,000 hombres.
Vedla, sí, y después de traer a la memoria su fundación por los aztecas el 18 de julio de 1327(1), esto es, dos siglos antes de que los españoles descubrieran estas fértiles regiones, dirigid la vista a esos elevadísimos gigantes que se ostentan perpetuamente cubiertos de nieve y en toda su magnificencia, montañas colosales de la cordillera de México, llamadas, la uno Popocatépetl, que significa «monte que arroja humo» y que es un verdadero volcán que tiene de altura 5,400 metros sobre el nivel del mar, al cual subió, en 1519, el intrépido capitán español don Diego de Ordaz, y la otra denominada Iztaccíhuatl, que quiere decir «la mujer blanca».
Poesía | Cuento | Regularización |
El Valle de México: acueducto |
Contemplad ahora esas admirables calzadas, cubiertas por una y otra parte de copados árboles, detrás de los cuales descuellan sus elevadas y blancas torres, heridas por los ardientes rayos del sol, más de sesenta templos católicos, entre los cuales descuellan con arrogante magisterio, las gigantescas torres de la magnífica catedral que parecen irse a perder en las nubes: penetrad después en el interior des es populosa ciudad por cualquiera de las seis espaciosas garitas que la adornan y veréis que norte a sur mide, entre las garitas, 4,340 varas y de este a oeste 3,640, lo cual da una superficie de unos tres quintos de legua cuadrada.
Deteneos en sus magníficos paseos y examinad en el de Bucareli esa colosal estatua de Carlos IV, toda de bronce, en que el célebre artista español Tolsa, dejó inmortalizado su nombre: dirigid después los pasos al delicioso punto de la Viga y allí quedaréis enajenados, como quedé yo al venir de España, al contemplar sobre las aguas del pintoresco canal, ese considerable número de canoas llenas de personas que van unas a Santanita, bailando a los acordes del arpa y la jaranita (tiple), el bullicioso jarabe, especie de zapateado español, y otras que vuelven, coronadas de brillantes flores, cogidas en las deliciosas chinampas o jardines flotantes cultivados por los indios y cantando algunas de esas canciones populares que envuelven conceptos equívocos y picarescos.
Embarcaos para ir a Xochimilco, que significa «campo de flores»; mezclaos entre la multitud que se entretiene columpiándose, bailando y merendando; y estoy seguro que después de haber disfrutado de todo y de haber recorrido a la vuelta de vuestro paseo las anchas calles que cuenta la antigua Mexitli, contemplado sus magníficos edificios y visitado la pintoresca ribera de San Cosme, donde parece que la Providencia se esmeró en derramar abundantemente sus dones, exclamaréis conmigo, México es la ciudad más hermosa del Nuevo Mundo.
1 Aquí el autor comete un error en la datación. La fecha correcta de la fundación de México-Tenochtitlan es el 20 de junio de 1325.
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