Uno de los edificios más hermosos que hay en México y que llaman con justicia la atención de los viajeros europeos, es el Colegio de Minería, construido por el célebre Tolsá.
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La minería, que ha sido la principal fuente de riqueza en nuestro país, no vino a formar un cuerpo unido, a imitación de los consulados de comercio, sino en 4 de mayo de 1777, en virtud de real cédula de 1º de julio del año anterior: los mineros pretendieron establecer un banco de avío para el mejor cultivo de las minas; crear un colegio de metalurgia para prácticos, que construyesen máquinas y ejecutasen otras operaciones de la facultad, y contar con fondos de estos establecimientos, con el importe del derecho de señoreaje que pagaban duplicadamente sus metales.
El gobierno español accedió a su pretensión, en la real cédula citada. Con arreglo a las prevenciones contenidas en las Ordenanzas del ramo, se procedió a la formación de un plan para la apertura y conservación del colegio, cuyo principal objeto fue la minería «nunca dejase de tener sujetos conocidos y educados en buenas costumbres, e instruidos en toda la doctrina indispensable para el acertado laboreo de las minas».
Aprobado el plan, procedióse a la inauguración del colegio el 1º de enero de 1792. Formaban a la sazón el tribunal general de minería, los Sres. D. Fausto de Elhuyar, director; D. Ramón Luis de Liceaga, D. Antonio Barrero y Torrubia, diputados generales, y el marqués del Apartado, consultor más antiguo. Diose posesión del rector al presbítero Dr. D. Francisco Julián Benedicto y Martín; de vice, al Br. D. José Rafael Gil de León; de catedrático interino de matemáticas, al capitán D. Andrés José Rodríguez; de maestro de idioma francés, a D. Mariano Chanin; de dibujo natural, a D. Bernardino Gil, y de dibujo de planos de toda especie, a D. Esteban González.
Transcripción | Corrección | Reseñas |
Esquina de Tacuba con callejón de Betlemitas |
En el mismo año en que terminó ésta, había ya una gran cuarteadura en uno de los ángulos de la escalera principal, y a cuya reparación parece que se dio principio en 1816. En 1824, los arquitectos D. Joaquín Heredia y D. José Agustín Paz, presentaron para la reparación del edificio dos presupuestos; uno de los cuales ascendía a 400,000 pesos, y el otro, a 120,000; pero según el plan, dicha reparación haría perder al edificio mucha parte de su hermosura.
Según leemos en el Diccionario universal de historia y de geografía, cuando el establecimiento se encargó en 8 de enero de 1827, de todos los ramos de su administración, el edificio se hallaba en estado de ruina, que hizo indispensable distintas composturas; no obstante las cuales, en 1830 tuvieron principio varios desplomes y cuarteaduras, haciéndose oír fuertes crujidos que alarmaron, no solo a los habitantes del colegio, sino también a los de las casas vecinas, quienes promovieron gestiones judiciales para el remedio del mal que les amenazaba.
Poesía | Cuento | Regularización |
La vida en la calle de Tacuba |
La fachada del colegio mira al Norte, en la calle de San Andrés, y según las noticias publicadas en el Mosaico Mexicano, tiene 107 varas de extensión: uno de los flancos del edificio da al oriente en el callejón de Betlemitas, y tiene cerca de 109 varas; el otro da a poniente en el callejón de la Condesa, y tiene 765 varas. El edificio ocupa una superficie de 10,835 varas cuadradas. El piso bajo tiene 7 patios, 5 fuentes, 5 escaleras y 76 piezas; los entresuelos, 1 fuente, 4 escaleras y 75 piezas; el piso alto, 3 fuentes, 2 escaleras y 82 piezas; las azoteas, 2 fuentes, 2 escaleras y 5 piezas; total 7 patios, 11 fuentes, 13 escaleras y 238 piezas.
En cuanto a la magnificencia artística del edificio, la vista litografiada del Sr. Decaen hará desde luego concebir una idea exacta a los extranjeros que no hayan visitado nuestro país.
Diremos tan solo, que los buenos resultados de este establecimiento, se han hecho sentir notablemente en el ramo de la minería, y que el colegio cuenta entre sus discípulos y catedráticos, nombres tan ilustres como el Sr. D. Andrés del Río, cuya reputación científica es hoy universal.
Vicente Segura Argüelles
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