Escritor, historiador y periodista
Edificio esplendoroso por su arquitectura, la Catedral Metropolitana ha sido siempre un lugar atractivo para el viajero. Este artículo recoge un pormenorizado inventario de la magnificencia que este inmueble posee.
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México, como ya lo hemos dicho otras veces, es sin duda la ciudad más hermosa de todas las Américas, tanto por ese cielo azul que contantemente goza, como por la riqueza y solidez de sus edificios y templos, entre los cuales la catedral descuella con valentía sus elevadas torres, como para significar que a pesar de los esfuerzo del hombre en sofocar las cristianas creencias, las obras destinadas al Señor se elevarán siempre sobre todas las demás para prestar su sagrada sombra a las almas que, fatigadas y perdidas en el camino de la maldición, buscan un lugar consolador cuyo ambiente vivifique un corazón carcomido y un alma endurecida.
Está edificada la catedral en el punto céntrico de la ciudad, en una mesa cuadrada, en la cual se veía el teocalli, templo dedicado por los indios al Marte mexicano Huitzilopochtli, deidad tutelar de la nación. Dióse principio a esta obra en 1573, por orden del rey Felipe II, siendo Arzobispo D. Pedro Moya de Contreras, habiendo antes para el efecto demolido el edificio que mandaron alzar Hernán Cortés y el arzobispo Zumárraga; y se concluyó el año 1657, bajo el gobierno de D. Fr. Marcos Ramírez de Prado; es decir, a los 94 años, cuyo costo, que ascendió a un millón setecientos cincuenta y dos mil duros, pagaron los reyes Felipe II, III, IV y Carlos II, llamado el Hechizado.
Esta magnífica catedral, que revela una época brillante a la nación Española, ocupa uno de los puntos principales de la plaza mayor y sus dimensiones son: 155.50 varas de norte a sur y de oriente a poniente 73, sin contar el terreno que hay desde su pie hasta el atrio, que pasa de 50 varas, el cual se ve circundado por el sur, oriente y poniente, de 124 columnas de dos varas de éstas, levantan su tupido follaje 77 fresnos, guardando el mismo orden que las columnas y en el espacio, formado por unas y otros, se dilata una ancha y esmerada acera, que contribuye a que hayan hecho de este sitio un paseo deleitoso.
Columnas y fresnos del atrio |
La puerta llamada de los canónigos que cae al oriente, está resguardada de un hermoso enrejado, con puertas también de fierro de cuatro y media varas de alto, que a distancia de 150 pies de las primeras se eleva, a cuyo lado queda el Colegio de infantes, sacristía y antesacristía; y por la parte del poniente, en la fachada que mira al Norte, están colocadas la sala de cabildo, clavería, contaduría de diezmos y la biblioteca pública de la iglesia, que es un edificio exterior, aunque contiguo a ella, que fue donada a la catedral por D. Luis y D. Cayetano Torres, ambos ilustres capitulares.
La fachada principal, que cae al sur, tiene tres puertas, cada una de ellas con dos cuerpos, siendo el primero de orden dórico y el segundo jónico, con estatuas y bajos relieves.
Transcripción | Corrección | Reseñas |
La altura de las torres, que son dos, cada una con igual número de cuerpos, el primero de orden dórico y jónico el segundo, sobre el que descansa una bóveda en figura de campana con una cruz de cantería encima de ella, es desde la parte superior de estas hasta la superficie del atrio, de 72 varas dos tercias y el costo de ellas de 199,000 duros.
Ambas torres, en las cornisas del primer cuerpo, están adornadas de una balaustrada de cantería con dieciséis jarrones de la misma materia cada una y el segundo, de ocho de estos últimos, acompañados de igual número de estatuas de altura colosal, que aún vistas desde el atrio, presentan un tamaño gigantesco, que representan a los Doctores de la Iglesia o Patriarcas de las Ordenes regulares.
Al costado de una de estas torres, hacia la parte que mira al poniente, se descubre a la altura de una y media varas de la superficie de la tierra, un reloj de sol, único instrumento astronómico que se conserva de los antiguos mexicanos: es todo de sólida piedra, con multitud de figuras labradas y su circunferencia es de trece y media varas: en el año de 1790 se desenterró de un lugar de la plaza de México, en que estaba oculto y se colocó en el que hoy ocupa.
Tránsito en la Plaza de la Constitución |
En medio de las dos torres y sobre la puerta principal, se descubre un hermoso reloj con carátula de metal dorado, sobre el cual descansan tres estatuas, que representan las tres virtudes teologales, con los signos de sus atributos de metal dorado y el asta en que se coloca la bandera tricolor en los días de fiesta nacional.
De cuarenta y ocho campanas que hay en ambas torres, las más notables son: 1ª Santa María Guadalupe, cuya altura es de seis caras; 2ª Doña María, que pesa 150 quintales, y la 3ª llamada el Santo Ángel, de 596 arrobas.
Además de las tres puertas de la fachada principal y la de los canónigos ya referida, tiene otras tres, dos de las cuales están al norte, cuyo lado ocupa también en el exterior de la Catedral, la capilla de las Ánimas, donde se depositan los cadáveres del clero y la tercera al oriente.
La cúpula y linternilla, trabajadas con delicado gusto, cuya altura casi nivela con las torres, parecen desprenderse del centro de los multiplicados balaustrados de cantería que coronan todas las bóvedas de la catedral, como se desprenden un gran globo al impulso del gas para irse a perder en las nubes.
Interior de la Catedral |
Entre las bóvedas y demás sitios del templo, se hallan repartidas 147 ventanas: y en el caso de la linternilla y cúpula, ya referidas, que son de figura octagonal, está pintada al fresco la Asunción de Nuestra Señora, a la cual sirve de fondo una gloria admirablemente desempeñada por el distinguido pintor español Jimeno y en diversos grupos se ven los Antiguos patriarcas y mujeres célebres de la historia sagrada del Antiguo Testamento, colocados sobre el cuerpo de luces que está en el primer término.
Poesía | Cuento | Regularización |
El coro, en su parte superior, se halla circunvalado de una hermosísima balaustrada de metal tumbaga, que está formando las tribunas, dentro de las cuales, y sobre los costados del primero, están colocados los dos mejores órganos que hay en la República, los que adornados en su remate de varias figuras doradas, llegan a tocar la alta bóveda de la iglesia; y en la parte inferior de él se ven dos gradas de asientos de exquisita y labrada madera formando círculo, destinados a los canónigos: completando la magnificencia de este sitio la gradería, enverjados y puertas, todo del metal expresado, siendo estas últimas de tan buen gusto por sus graciosas y multiplicadas labores, que la vista no se sacia de contemplarlas.
El presbiterio del altar de los Reyes y al cual se sube por siete gradas espaciosas que se hallan en los cuatro frentes del altar, está circundado de una balaustrada de metal tumbaga, que luego se dilata rectamente por ambos lados, hasta llegar al coro, adornada de sesenta y dos estatuas del mismo metal, cada una de las cuales tiene en su mano un candelero para colocar hachas.
Esta balaustrada o crujía y la portada principal del coro, ya referida, fueron fabricadas en Macao, ciudad China, siendo el peso de todas las piezas que la componen, 534 quintales. El número de confesionarios que se hallan repartidos en varios puntos de la iglesia, son diez.
Si admiración causa al viajero la sobresaliente arquitectura de este suntuoso templo y los demás adornos referidos, mayor sorpresa experimenta al analizar detenidamente la riqueza que guarda dentro de sus puertas y que procuraré describir con las más exactas minuciosidad.
Altar mayor |
Sí, fijemos la vista por un momento y los veremos heridos por el reflejo de multitud de luces que brillan como las cintilantes estrellas sobre un transparente lago: ya esos seis blandones de oro y esa cruz guarnecida de piedras preciosas, con su frontal y peana de lo mismo, y otra de filigrana, que resplandecen como el astro luminar del día: ya esos seis ramilletes, dos navetas, atriles, portapaces y palabreros, que son dos de cada especie y cuatro candeleros de la misma materia, que brillan como las estrellas en un cielo azul: todo esto reunido a veinte cálices de oro, seis vinajeras con sus platillos del mismo metal: un copon con 1,676 diamantes y 13 marcos de oro: un cáliz de 122 de los primeros, 132 rubíes, 143 esmeraldas, 106 mestizos, 44 rubíes y 8 zafiros en su reverso, siendo su peso de 88 marcos de oro: las 11 arañas de plata con 24 albortantes cada una; cálices, vinajeras, blandones, dos juegos de hacheros, compuestos de cuatro piezas cada uno: 4 saumadores de dos varas de alto: 3 estatuas: 1 sagrario e infinidad de ramilletes, dejan deslumbrada la vista del hombre; y mucho más la dejan cuando a tanta riqueza se agregaba la admirable imagen de la Asunción, toda de oro, que pesaba 6,984 castellanos, rodeada de ricas pedrerías y que se fundió, no sabemos por qué causa.
La custodia principal y muchas de las alhajas que posee la Catedral y parámetros eclesiásticos, son regalos que hizo el emperador Carlos V.
A un lado de la fachada principal de este templo, se eleva otro llamado el Sagrario, que se comunica interiormente con la Catedral: es de tres naves y a su lado tiene el despacho, la sacristía y una capilla que sirve de depósito para los cadáveres de la feligresía. Esta parroquia, que en otro punto podría lucir con más ventajas su hermosa fachada, es un lunar que desfigura mucho las bellas proporciones de la Catedral.
Una de las principales preciosidades de que se han visto obligados a deshacerse los canónigos, por carecer de fondos para componer los estragos que causó en Catedral el terrible terremoto de 1837, conocido por el de Santa Cecilia, fue una riquísima lámpara, de que he oído hacer mil elogios, costó 71,343 ps. 3 rs.: su altura era de 8 y media varas, su diámetro de 3 y medio y su circunferencia de 10 y media varas. Constaba de 54 candeleros y pendía de una cadena y perno de hierro que pesaban 1,650 libras.
Tal es la majestuosa Catedral de México que me ha tocado describir y cuyo interior con tanto acierto ha sabido presentar el dibujante.
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